Jorge Eduardo Eielson
es convertir la desventura en un objeto cualquiera, en un objeto mágico. La imbecilidad y la basura en un manto luminoso. Es padecer día y noche de una enfermedad deslumbrante. Es saborear el futuro oler la inmensidad, palpar la soledad. Es mirar mirar, mirar, mirar. Es escuchar el canto de Giotto, el sollozo de Van Gogh, el grito de Picasso, el silencio de Duchamp. Es desafiar a la razón a la época, a la muerte, es acariciar mujer e hijos como si fueran telas y pinceles. Es acariciar telas y pinceles como si fueran armas de combate. Es acariciar armas de combate como si fueran tubos de colores. Es acariciar tubos de colores como si fueran pájaros vivos, es pintar el cielo estrellado como si fuera un basural, es pintar un basural, como si fuera el cielo estrellado.
Es vivir como un príncipe siendo solamente un hombre cualquiera.
Es vivir como un hombre cualquiera siendo solamente un príncipe.
Es jugar jugar, jugar, jugar, es cubrirse la cabeza de azul ultramar, es cubrirse el corazón de rojo escarlata, es jugarse la vida por una pincelada, es despertar todos los días, ante una tela vacía, es no pintar nada.
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